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Cuentan las crónicas del viejo cine mudo que la famosa actriz teatral italiana Eleonora Duse deseó perpetuar su imagen eternamente, gracias al invento del cine. Pero cuando se contemplo a sí misma en «Cenere» (Cenizas, 1916), su disgusto fue tan grande que quiso destruir la película. Y, desde luego, jamás quiso volver a aparecer en la pantalla.
Actualmente todo el mundo sabe que el arte teatral difiere mucho del cinematográfico, pero la evidencia de este axioma tardó muchos años en consolidarse en el criterio de muchos productores y directores de cine.
El espectador
La representación teatral, basada en un sinnúmero de convenciones escénicas, tiene algunas limitaciones en el aspecto relacional espectador-escenario. Cada butaca de la sala está ubicada en un lugar diferente y ofrece un punto de vista diverso de lo que ocurre sobre las tablas. Cuanto mayor sea la distancia que separa a los actores del espectador, más tendrá este que aguzar la vista y el oído para seguir con fidelidad lo que ocurre tras las candilejas. Y cada representación será diferente, lo que corrobora la frase de sabio griego: Nunca se puede asistir dos veces a la misma comedia.
La relación espectador-espectáculo es enteramente diferente en el arte cinematográfico. En primer lugar, todas las butacas de la sala, dentro de unos límites razonables, ofrecen la misma imagen e idéntica intensidad sonora. Cuando los actores se vuelven de espaldas a la platea o se alejan considerablemente del primer termino visual, el espectador no tiene que forzar el oído como si estuviera en el teatro, pendiente de las palabras fugitivas del actor.
El espectador sabe también que todos los pases de una película son idénticos, es decir, no se plantea la problemática de los malos o buenos momentos del actor. También sabe que si el actor tiene que efectuar una mueca imperceptible, pero significativa, no se le escapará aunque se halle situado en la última fila de la sala. Porque, lo que en teatro es una mueca ampliada para ser percibida desde las últimas filas, en el cine es un leve detalle revelado gracias a la magia del primer plano.
El actor de cine
El actor de cine se libera de la preocupación de aparecer bien visible y audible porque los operadores de cámara y sonido se encargan de ello. Él solo debe dar lo mejor de sí en una serie de tomas, a partir de las cuales se extraerá la toma definitiva utilizada en la película.
Todo cuanto llevamos dicho sobre las diferencias entre el cine y el teatro ha sido comprendido muy lentamente a lo largo de la historia del cine, siendo fuente de numerosos equívocos y discusiones. En 1908, para superar una de las primeras crisis del cine, fue muy normal en Europa grabar obras de teatro con cámara fija. Mientras tanto, en Estados Unidos, se esforzaban más por entender cuales eran las ventajas del nuevo arte cinematográfico. Por algo le llaman la Meca del cine.
Dos artes que se retroalimentan
El cine, arte de masas, arte tecnificado, arte universal, no puede admitir la transposición pura y literal de las formas interpretativas del teatro, espectáculo minoritario en sus inicios que arraigó en la Europa burguesa. El cine, es un arte masivo y democrático que ha traído consigo una mayor nivelación social. Esto no significa que determinadas expresiones y usos de estos medios no sean intercambiables. Mucho ha aprendido el cine del teatro y viceversa. Sería difícil entender el teatro contemporáneo sin la poderosa influencia del cine.
Por todo esto, el cine es el hijo emancipado del teatro. Sin embargo hay algo que tienen en común los dos artes: el objetivo. Y que no es otro que entretener al público.