Última actualización: 25/03/2024 16:14 (hora España peninsular)

En el artículo de hoy reseñamos el cortometraje “Cementerio de coches” (2023) del director Miguel Ángel Olivares, que nos habla de la xenofobia, la amistad y el dolor.

El dolor es siempre una caja de resonancia, un abanico de huellas que los cuerpos adoptan por tiempo indefinido. Los coches, por ejemplo, cuando reciben un golpe considerable (véase un impacto lateral) encarnan la magulladura visiblemente. Y así aguantan hasta que la avería sea irresoluble y deban ser llevados al desguace: la muerte del coche.

Dicho poético “Cementerio de coches” que el director Miguel Ángel Olivares escoge como telón de fondo y título de su cortometraje, despierta rápidamente asociaciones que desbordan el mero espacio figurativo. Es decir, resulta plausible interpretar el desguace visto en el filme como el símbolo de una idea que reverbera desde el minuto uno de la pieza: el dolor físico, la pérdida. No se nos habla solo, pues, de daños automovilísticos, sino también humanos y personales.

Pero, ¿de qué trata “Cementerio de coches”?

El cortometraje versa en torno al encuentro entre dos niños, Rubén y Asír, en un desguace de coches. Como cada tarde, los dos amigos quedan en el lugar para hablar y jugar a la pelota, imagen prístina de la simpleza e inocencia que caracteriza a los niños cuando la sociedad, como teorizó célebremente el filósofo Jean-Jacques Rousseau, aún no los ha contaminado ideológicamente. Pero existe una novedad: Asír llega desde un primer momento ocultando su ojo izquierdo. Resulta que ha sido agredido por unos jóvenes mayores de último curso. Se trata, pues, de un caso de violencia xenofóbica, puesto que Asír es migrante de ascendencia árabe.

Desde el primer momento Rubén se muestra como el apoyo humano que Asír necesita. La atenta conversación que ambos niños desarrollan, con Rubén preocupándose por el estado de su amigo y tratando de hallar solución al problema, es la viva imagen de una camaradería que, frente al odio, se erige como pieza esperanzadora del cortometraje.

Problemas sociales que sacuden a la infancia en el cine contemporáneo

La amistad entre niños de diferentes nacionalidades y procedencias, más allá de los contextos de racismo y xenofobia imperantes, se retrató de forma paradigmática en la novela de John Boyne “El niño con el pijama de rayas” (2006), que también cuenta con una adaptación cinematográfica de 2008 dirigida por Mark Herman. Del mismo modo que en la película el niño alemán Bruno, hijo de un militar nazi, es capaz de entablar amistad con el niño judío Shmuel, dando un ejemplo inigualable de humanidad frente al escenario de odio de la II Guerra Mundial; Rubén y Asír son capaces de construir su compañerismo frente a las voces extremistas que rechazan al migrante árabe en calidad de “mena” (siglas de “Menor Extranjero No Acompañado”), tal y como explícitamente le llaman sus agresores.

 

El niño con el pijama de rayas (2006)

La acogida solidaria a la migración también ha sido un tema tratado en el cine europeo contemporáneo, como ocurre en la película francesa “El Havre” (Le Havre, 2011) de Aki Kaurismäki, donde una comunidad vecinal se une para evitar la deportación de un niño africano que llega a la ciudad normanda, indocumentado y perseguido por la policía, a bordo de un carguero.

A esta dimensión en clave social se le debe unir otra focalizada en la amistad infantil, arista imprescindible en la historia de “Cementerio de coches”. “Cuenta conmigo” (Stand by Me, Rob Reiner, 1986) quizá sea el paradigma de este género basado en las peripecias vividas por un grupo de niños cercanos a la adolescencia que experimentan un viaje a la madurez por vía del conflicto con otras realidades (ya sea el maltrato paterno, el deseo sexual, o la misma muerte). En el ámbito más cercano de España, películas como “Barrio” (Fernando León de Aranoa, 1998) supieron también representar el día a día de un grupo de adolescentes que lidian con la marginalidad de los arrabales donde gamberrean y luchan por un futuro próspero, pese a las innombrables complicaciones que hallan.

Pero quizá la obra que mejor dialogue con el cortometraje de Miguel Ángel Olivares, tanto por formato como por temática, sea Sueños” (2003) de Daniel Guzmán, galardonado con el premio Goya al mejor cortometraje de su año. Al igual que en “Cementerio de coches”, en la pieza de Guzmán encontramos a dos infantes que efectivamente sueñan sobre el futuro desde lo alto de una azotea, un tórrido día de verano. Ambos no saben que sus fantasías están atravesadas por una sombra de fatalidad que, sin embargo, aquí no desvelaremos.

 

Sueños (2003)

Por lo general, todas las referencias cinematográficas señaladas se vinculan con el cortometraje reseñado en tanto que representan una amistad infantil atravesada por el dolor y la problemática social. Los niños, véase Rubén y Asír, tratan de afrontar la crudeza del mundo mediante la pureza y lealtad de su cariño, el noble compañerismo que les define. Y en este marco, el filme se posiciona innegablemente como un discurso de reivindicación de la fraternidad.

La denuncia contra la xenofobia, desgarradoramente representada en el miedo que Asír confiesa ante la idea de volver a ser agredido por su condición de migrante, se revela como centro sobre el que gravita la narración del cortometraje. Mediante una puesta en escena realista, acentuada por la grisura y el deterioro de los coches desguazados, así como por la humilde vestimenta de Asír e incluso por la precaria portería que utilizan los protagonistas para jugar, la obra subraya su referencia a una realidad social que desborda los márgenes de la ficción.

Las imágenes que se ofrecen, afectadas por tonalidades frías y un pulso de cámara inestable y ágil, terminan por ratificar un “efecto de realidad” que intensifica el sentido moral y edificante del corto. Las intenciones de Olivares, en línea con los demás títulos mencionados, parecen dirigirse a un shock emocional del espectador en el último tramo del metraje. Y ese shock podría identificarse con el dolor resonante que comentábamos al principio de esta reseña, la vivencia de un golpe que permanece en nosotros como la abolladura de un coche desguazado.

Es precisamente el mensaje social del cortometraje, reivindicativo de la tolerancia y fraternidad, así como la efectiva estrategia narrativa de la obra, basada en el dolor ante la pérdida, los que hacen de “Cementerio de coches” un cortometraje altamente recomendable.

Trailer de «Cementerio de coches» (2023)

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